martes, junio 17, 2008

Honoris Causa Gonzalo Rojas - Presentacion

HONORIS CAUSA PARA GONZALO ROJAS
Presentacion a cargo del prof. Jorge Bracamonte.

Con motivo de la entrega del Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de Córdoba - Argentina, el jueves 29 de Mayo 2008 en el Salon de Grados del Rectorado de la universidad.
La excelente presentación del maestro Gonzalo Rojas la realizó el profesor Jorge Bracamonte -Literatura Argentina III Literatura Latinoamericana II y Seminario de Introducción a la Investigación Literaria (FFyH-UNC).

Apreciadísimo y admirado poeta Gonzalo Rojas
Sra. Rectora de la Universidad Nacional de Córdoba
Sr. Vicerrector de la Universidad Nacional de Córdoba
Sra. Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades
Sr. Vicedecano de la Facultad de Filosofía y Humanidades
Sr. Director de la Escuela de Letras
Sra. Vicedirectora de la Escuela de Letras
Autoridades y funcionarios de nuestra Universidad y Facultad de Filosofía y Humanidades
Estimado público presente en este día de fiesta para nuestra comunidad

Para presentar a Gonzalo Rojas organizaré mi habla en dos partes. La primera: la parte de lo público; la segunda: la parte de lo poético, y se irán entrecruzando, inevitablemente.
Del lado de lo público, diré de Gonzalo Rojas que nació en Lebu (Chile), en 1917, pero ya desde su poesía sabemos de su padre, Juan Antonio Rojas, pariente de la poeta Gabriela Mistral, maestro primario, que en Lebu fue minero del carbón, fallecido en 1921, y también, por supuesto, sabemos de su madre, Celia Pizarro. Las voces de su padre y de su madre, y de tantos más, de tanto seres en el mundo, entre el mundo, las encontramos en su fluir en los poemas de Gonzalo.
También diré, sin patetismo y con justicia, que desde su niñez la vida de Gonzalo Rojas fue construyéndose desde la humildad, desde abajo, formándose en el internado conciliar de Concepción (Chile). Allí, dicen las cronologías, el cura alemán Guillermo Jünemann Bechschäfer alimenta aún más su interés apasionado por la literatura. Entre 1927 y 1943 termina, entre Concepción e Iquique, su formación secundaria y acentúa con intensidad su pasión por lo literario. En 1936, colabora en el diario El Tarapacá, y cursa el último año de humanidades en el Liceo de Hombres de Concepción, donde funda la revista Letras. En 1937, en Santiago de Chile, cursa Derecho y obtiene la Licenciatura en Filología Clásica. No sólo de aquí, pero esto dice mucho de él, de su poética, viene ese diálogo intenso, familiar, proteico, con la antigua poesía clásica de griegos y latinos que encontramos en sus composiciones. En 1938, forma parte del grupo surrealista “Mandrágora” (Gonzalo Rojas, hay que decirlo ya, es uno de los grandes renovadores de la influencia surrealista en América), y conoce a Vicente Huidobro, uno de los padres de la moderna poesía chilena del siglo XX (los otros padres y madres son, en palabras de Gonzalo Rojas, Pablo Neruda, Pablo de Rokha y Gabriela Mistral), con quien mantiene un trato de admirativa amistad, expresada también en los poemas de Gonzalo.
Tras la pérdida de su madre Celia, en 1940, en 1942 se establece en Atacama, donde conoce a María McKenzie, amor importante entre quizá varios amores intensos (de ellos habla la voz del poeta en sus páginas), madre de su primer hijo. Es una época donde en el pueblo minero “El Orito” realiza varios trabajos y enseña a leer a los mineros. Por aquellos años realiza varios oficios, en distintos lugares de Chile. Tal vez haya que imaginar que es entre 1944, cuando de regreso a Santiago publica la revista Antártica (ya con un trabajo más relacionado con la gestión cultural) y retoma sus estudios de Filología y Filosofía, y 1945, cuando comienza a dar clases en el Colegio Alemán de Valparaíso, que su vida se perfila hacia este trayecto que hasta hoy ha hecho confluir, por un lado, la enseñanza y actividad académica de notable creatividad, y por otro, lo profundo que define a Gonzalo Rojas, su oficio, su existencia poética.
Porque es de 1946 su primer libro –La miseria del hombre-, que obtiene el premio de la Sociedad de Escritores de Chile, si bien recién puede publicarlo en 1948. Y cuatro años después, a los treinta y cinco años, gana el concurso en las cátedras de Teoría Literaria y Literatura Chilena del Departamento de Español de la Universidad de Concepción, departamento que reorganiza y dirige por dieciocho años.
Las décadas del ´50, ’60 y ’70 son muy dinámicas y creativas a nivel de trabajo institucional para Gonzalo Rojas, tanto a nivel nacional como internacional. Es también cuando su producción poética alcanza, cada vez más, una gradual y mayor difusión y una sostenida publicación de títulos, constante hasta la actualidad. Quizá baste decir que por su iniciativa, entre 1958 y 1962, desde la Universidad de Concepción se convocan a sucesivos Encuentros Nacionales, Talleres y Encuentros Internacionales de escritores, claves en el fomento del desarrollo de la literatura latinoamericana a nivel continental e intercontinental (a partir de ese momento la trayectoria académica, cultural, de figura literaria y diplomática de Gonzalo Rojas conoce los más estimulantes y prestigiosos escenarios internacionales). Y a partir de esa época se sucedieron más continuamente sus libros: tras Contra la muerte (1964), vinieron Oscuro (1977), Transtierro (1979), Críptico y otros poemas (1980), Del relámpago (1981), 50 poemas (1982), El alumbrado (1986), Alumbrado y otros poemas (1987), Materia de Testamento (1988), Desocupado lector (1990), Zumbido (1991), Antología de aire (1991), Las hermosas (1991), Cinco visiones (1992), Carta a Huidobro y Morbo y aura del mal (1994), Río Turbio (1996), 80 veces nadie (1997), Obra Selecta (1998, Biblioteca Ayacucho), Diálogo con Ovidio (1999), Metamorfosis de lo mismo (2000), Qué se ama cuando se ama (2000) y Réquiem de la mariposa ( 2001), entre otros títulos de una vasta obra –aquí no mencioné sus varias antologías poéticas en diversos idiomas- que lo ha hecho merecedor de las más relevantes distinciones y premios internacionales de poesía como el Reina Sofía, el José Hernández, el Premio Octavio Paz, el Altazor de Poesía, el Walt Whitman, hasta culminar en nuestro Nobel de Literatura en lengua española, el Premio Cervantes, en 2003.


Y del lado de lo poético, en relación a Gonzalo Rojas siempre…. ¿Cómo su voz habla desde la tierra siendo a la vez tan moderna? ¿Es que acaso, una dirección de ser tan moderno en arte no es recuperar los orígenes, como dijera Octavio Paz? ¿Y cómo hacer para que esos pliegues, o ese replegarse continuo en, desde el suelo, no sea otra cosa que ese estar en los orígenes al mismo tiempo que en el continuo presente del verbo poético y el futuro inminente que siempre nos está trayendo todo lenguaje?
Porque quienes respiraron desde su primera niñez la tierra –es decir el suelo, el campo, pero también lo mineral, el carbón, la piedra, lo vegetal y animal- como Gonzalo Rojas, reencuentran en esta poesía una percepción, un indagar sensible desde las entrañas de la tierra visiones del entorno, del mundo de los seres y las cosas, para, desde allí, construir una manera de nombrar lo real y la vida, la existencia y el mundo:

“Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que
/pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
(…)
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos…”
De “Contra la muerte”

Pero, desde esa tierra esencial, el lucero se eleva hacia arriba y hacia los horizontes. La poesía de Gonzalo Rojas, por vocación, parte de la tierra –aquel paisaje natal de Lebu, la presencia recurrente de lo mineral, la piedra, el carbón como intensa imagen-, pero para ir y volver a las más diversas dimensiones de la existencia, sobre todo las del amor y la común unión con los demás. Podría decirse que, si por vocación, esta poesía parte de la tierra, se abre al orbe –apelando a los otros, al otro- para nombrar.
El mundo es el entorno –físico y metafísico en igual intensidad-, el dolor, la angustia de La miseria del hombre (como se llamó su primer libro de 1948), pero también es el recuperar, el renombrar desde esto aquella energía positiva donde también puede estar la redención de los seres, las cosas y su transcurrir:

“Dado lo extremo de la situación aquí lo único/
muerto es el muerto, su piel/
de escarabajo desocupado, sus tercas/
rodillas que hicieron el movimiento, sus
olfatos prelúcidos, sus tactos
que tocaron mujer, la oreja/
(…)
ardió
hermosura y exceso.”
De “Dado lo extremo de la situación”

Por ello la poesía de Gonzalo Rojas es un elevarse, a los costados y hacia arriba. Lo que la voz y las voces de sus poemas dicen es su tensión a hacerse aire desde lo oscuro del suelo y la esencia humana. Hay un elevarse desde las entrañas de nuestro pensar y sentir, que es vértigo –deseo- a la vez que luminosidad.
Al seguir los hilos que la poesía de Gonzalo Rojas ha ido trazando, podría decirse que hay a lo largo de su obra un Altazor al revés en Gonzalo Rojas; Altazor, aquel personaje que está en una caída universal en el clásico poema de Vicente Huidobro, como ya dije uno de los indudables padres de la moderna poesía chilena, y con quien Gonzalo Rojas no ha dejado de dialogar desde su propia poesía. Y ocurre que como Huidobro, Gonzalo Rojas busca un nuevo lenguaje, y que el poema alcance esto: encontrar una nueva manera radicalizada de nombrar otra vez, originalmente, el mundo. Pero Gonzalo Rojas va desde su tierra, en vez de estar cayendo desde el cenit al nadir como ocurre en el poema de Huidobro. Si la física y metafísica de Huidobro es escéptica, angustiosa, ya que su famoso poema dialoga con el clima apocalíptico de la entreguerra mundial del siglo XX, la de Gonzalo Rojas transmite sigilosa, sin énfasis, la angustia de estar en el mundo, es también desesperada, pero allí mismo busca la esperanza, lo luminoso y numinoso que depende, sí, en Gonzalo Rojas, de lo que pueden sacar el hombre y la mujer desde sí mismos hacia los demás.
Entonces hay un elevarse en los versos de Gonzalo Rojas. A la vez que estos versos (versos de una irreverente, plástica, imaginera libertad) se amasan en lo sensible, material, sensual, de estas mismas materias extraen lo aéreo, espiritual:

“Consideremos que la imaginación fuera una invención/
como lo es, que esta gran casa de aire
llamada tierra fuera una invención, que este espejo/
quebradizo/
y salobre ideado a nuestra imagen y semejanza llegara/
más lejos y fuera
la invención de la invención…”
De “Tabla de aire”

En comunión con lo amoroso, lo erótico; porque en los poemas de Gonzalo Rojas la mujer –la otra parte de la llama doble- se toca, se palpa, se ama, se respira:

“Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,/
Sola en tu espejo, libre de marido, desnuda/
en la exacta y terrible realidad del gran vértigo/
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,/
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.”
De “Retrato de mujer”

Y además están los otros, la esperanza en el encuentro. Quizá aquí esté la metáfora y figura de los amigos. Esta poesía es universal, pero a la vez resulta, constantemente, tejida en lo privado, lo íntimo; una mónada construida desde la carne, la piel, los sentimientos, lo sensorial. En estos poemas la voz poética recupera aquellas pequeñas cosas de los encuentros con los amigos, los restos que quedan en el oído del conversar cotidiano y cordial. Y aquí asimismo está eso de lo cotidiano, lo diario, de conservar restos de todos los días y noches –o lo que queda de todos nuestros días y noches-, de nuestras vidas, recuperándolas en el fraseo poético. ¿Qué sería de nuestra vida sin ese fraseo, sin esa palabra? ¿Qué quedaría de aquello cuando ya pasa a estar ausente? La poesía de Gonzalo Rojas renombra, recupera, rescata, para tornar presentes aquellas ausencias, las fugaces y las definitivas (aquello que ya estaba condensado en su segundo libro Contra la muerte (1964). Pero, cabe aclararlo, aquí no estamos ante poemas epitafios. Lo ausente vuelto presencia en la poesía de Gonzalo Rojas es acto gozoso, hay un gozo en ese recuperar. Si allá en el fondo, en lo oscuro (Oscuro se titula su tercer título) del ser hay dolor, un sufrir –aunque no sólo esto porque también hay vida-, el recuperar y volver presente en la palabra –en los afectos, efectos, pensares de la palabra- es, en Gonzalo Rojas, acto de luminosidad, relámpago de gozo y esperanza.
Habría que decir que el poemar, el poetizar, el volver poesía la vida en Gonzalo Rojas es, entonces, una acción vital –no sólo un oficio-, un respirar –y también un sufrir cuando no se puede respirar-, que recurre, claro, al tono irónico, humorístico, para evitar el énfasis:

“Más que por la A de amor estoy por la A
de asma, y me ahogo
de tu no aire, ábreme
alta mía única anclada ahí.”
De “Asma es amor”

De aquí que la musicalidad en Gonzalo Rojas sea un logro, un fraseo musical único en nuestra lengua: todo su mundo nos llega y nos traslada por esa música singular, fraseo personalísimo y, a la vez, capaz de llegar a todos, universal, o, si queremos, pluriversal, pluriverbal.

Para cerrar, o para abrir, ¿quién sabe? …Ojalá que estas palabras inviten a que, quienes no hayan podido disfrutar aún de esta poesía, lo hagan después de este instante, Gonzalo Rojas logra revivir en su lengua renovadora –nuestra lengua-, de recurrente interrogarse, de constante experimentar visceral y vanguardista, logra revivir –digo- también la lengua de la oralidad, de esa corriente siempre presente en la gran poesía, en la gran literatura escrita. Hay en el acto poético, el acto de lengua viva de Gonzalo Rojas que son sus libros, una voz que canta y que habla siempre de donde viene, adónde está y adónde va esa voz con sus voces a cuestas ; que además habla de lo que le ha pasado, le pasa y le espera en lo porvenir…Voz que, en este movimiento, retoma la extraordinaria genealogía poética chilena –uno puede decir que Rojas ha logrado una síntesis inesperada, de Pablo de Rokha y Gabriela Mistral, de Pablo Neruda y Vicente Huidobro, para ir más allá, para hacer algo nuevo en nuestro idioma, es decir nuestro mundo-, dialogando con esa genealogía y las más diversas del resto del orbe literario –de Octavio Paz a William Blake, de Jorge Luis Borges a Federico García Lorca, de José Martí y Rubén Darío a Julio Cortázar y, siempre, César Vallejo- en su ígneo y sorprendente en imágenes, por lo surreal, verso, fraseo.
Entonces, poeta que se juega su ser, estar y andar en el mundo en lo que escribe y dice, y que, además, hace que lo que escribe respire una lengua viva –nada más cervantino, después de todo no se puede esperar otra cosa de un Premio Cervantes-, Gonzalo Rojas aprendió hace mucho, en aquel momento preciso del ser concebido y venir al mundo, este camino y esta obra, este mundar –como dice Juan Gelman-, este andar mundo –mundo donde también debió padecer el exilio, el destino de su patria en el aciago año 1973 chileno- y hacer que el mundo, a la vez, respire en sus composiciones, en su escribir, en su manera de ser lengua, de ser y existir en el idioma. Por eso hoy estamos aquí, porque cuando un escritor, un poeta recibe nuestro homenaje, en realidad estamos recordando, recuperando nuestra vida y nuestra lengua, nuestra vidas y nuestras lenguas, que esta persona concreta, singular, única, entrañable y que ha recreado toda una vida en sus páginas, ha vuelto presentes de una vez y para siempre, para que pervivan, seguramente, cuando nosotros seamos sólo recuerdos de este pasado en el presente de algún futuro.

Gracias Gonzalo Rojas
Gracias a todos ustedes, por estar aquí y homenajear a nuestro poeta.